Jaime Rodas
Cocinero y diseñador en potencia. Ingeniero y procrastinador profesional.

Yo lo puedo hacer mejor

2014-10-25

Cuando aprendes a hacer algo, hay una maldición que todos sabemos que existe, pero no mucha gente habla de ella. Una vez que aprendes a hacer algo, lo que sea, la siguiente vez que lo veas a la venta o hecho por alguien más, te van a dar ganas de hacerlo tú. La cuestión de si de hecho lo puedes hacer no tiene importancia, la maldición te dice: obviamente lo puedes hacer y mucho mejor que como lo venden y no te va a costar un peso.

Si aprendes a hacer algo que ves muy seguido (como programar), esto se vuelve una obsesión. La frase ‘no mames, yo lo puedo hacer mejor’ queda tatuada en tu cerebro. Hay veces que hasta es indignante el precio, sea cual sea. Estúpida maldición estúpida.

A veces la maldición se manifiesta de una manera distinta. Cuando hay 10 variantes del mismo producto, hechas por distintas personas, y todas tienen algo bueno, pero ninguna de las variantes tiene todas las cosas que a ti te gustan. Quieres la funcionalidad A del producto 1, con la funcionalidad B del producto 2, etc. La maldición te susurra en el oído: tú podrías hacer una versión perfecta para ti.

En computación, la historia que lo resume es la de ‘hay 10 estándares que compiten entre sí, así que hay que hacer un estándar que abarque todo, y terminas con 11 estándares que compiten entre sí’.

Es bien difícil detenerse a pensar que aunque, dado tiempo y dinero sin límite, tal vez podrías hacer un trabajo de similar calidad que la gente cuya chamba de todos los días es hacer ese producto, la neta la neta no vale la pena hacerlo tú. Hay excepciones, claro, pero usualmente no vale la pena.

Lo peor, es que no debemos de ignorar la maldición, porque de vez en cuando, vale la pena ceder ante ella y hacer tu propia versión de algo. Hay veces que resulta que sí puedes aportar algo que nadie más tiene, algo que a nadie más se le ha ocurrido y que ayudará a mejorar el rubro.

Demasiadas veces he perdido demasiado tiempo en intentar hacer algo que es casi igual a algo que ya existe en el mercado, pero que le falta un detallito, una funcionalidad, un color, un algo que en el momento se me hace lo más importante del producto y obviamente yo lo puedo hacer! Horas, días o semanas después me doy cuenta que he perdido demasiado tiempo, estaba más difícil de lo que pensé al principio o era más fácil adaptarme al producto que ya existía que el desmadrote que acabo de hacer. Lo peor es que entre más tiempo le dedicas, más te duele aceptar que no valió la pena que lo hicieras.

Entendamos entonces que esta maldición es peligrosa, te hará perder un buen de tiempo, va a hacer que te sientas frustrado y enojado y muy pocas veces terminará bien; pero cuando sí termina bien, cuando te das cuenta que creaste algo que no existía y que hacía falta, que se te ocurrió una idea que en verdad nadie más había tenido antes y la lograste ejecutar, hay pocos sentimientos que se le comparen. Sólo por ese sentimiento, sigo escuchando a esa maldición y de vez en cuando decido hacerle caso.